domingo, 11 de marzo de 2012

SOBRE LA LEGITIMIDAD SOCIAL DE LAS RELACIONES GAYS



Hace tiempo me encontré con una conocida que me contaba que estaba muy triste ya que se había separado luego de siete años de matrimonio, además su hijo no lo estaba pasando nada bien. Me dijo que había pedido días de permiso en el trabajo y que su jefe le había dicho que se tomara el tiempo necesario para estar bien.

"Chuta", pensé resulta que yo también estaba terminando una relación de siete años y sentí que pasábamos por procesos parecidos, eso sí mi relación era homosexual, por tanto no me pude casar, aunque lo hubiera hecho y en vez de un hijo me quedé con dos gatos, que quiero mucho y de los que me tengo que hacer cargo.

Resulta que la sensación de no sentirme contenido en los espacios que transito se fue haciendo cada vez más frecuente, con un duelo que les encargo, sin saber mucho como se administran estas emociones, envuelto en un péndulo emocional en el que en un minuto estaba super seguro que lo mejor era terminar esta relación y al otro día creía que era mejor darse una nueva oportunidad.

Así también viviendo la angustia, la angustia de romper la cotidianidad que te sostiene, la angustia de desarmar un hogar de siete años, la angustia de alejarte de tu pareja a la que le tienes un profundo cariño, la angustia a quedarte solo.

Uno está envuelto en este péndulo emocional, y efectivamente uno se acompaña con los amigos, pero en el espacio laboral, con tus compañeros de trabajo no hay cabida. No así como la historia de la conocida que les señalaba al principio que tuvo un dispositivo de apoyo en su espacio laboral y que fue contenida por sus compañeros de trabajo.

Tratando de entender porqué sucede esto, creo que es, entre otras cosas, producto del tipo de relaciones que uno construye cotidianamente en el espacio laboral. Me explico: si bien en mi trabajo conocían a mi pareja, en las conversaciones diarias no estaba tan presente, en lo que hice el fin de semana, menos contar sobre una discusión o incluso que fuera a la oficina. No así los demás compañeros que en sus discursos hablaban de sus parejas, de sus peleas, los iban a buscar al trabajo, pedían permisos si se enfermaban, etc.

Existe un punto en el que incluso uno mismo reprime su discurso cotidiano en ambientes formales como el laboral, me imagino que un otro que apenas tiene noticias sobre la relación de tu compañero de trabajo, difícilmente se conmoverá o entenderá o empatizará con este duelo.

Operan también ciertos mitos de los que uno al final final igual termina haciéndose cargo, que por ejemplo las relaciones homosexuales son pasajeras, entonces en el discurso tu siempre estás bien, no se cuentan las tensiones, las peleas, las tristezas, las vergüenzas; para no alimentar este mito, para que no te categoricen dentro de aquellos imposibilitados o se asome la fragilidad que finalmente tienen todas las relaciones humanas.

El otorgar legitimidad, y por cierto dignidad, a las relaciones homosexuales, requiere de un marco normativo que así lo permita, requiere un cambio cultural que integre la cotidianidad de cómo es que se vive la homosexualidad en toda la sociedad y por cierto también requiere de un cambio en nosotros mismos que nos permita expresarnos con mayor libertad

Todo lo anterior para llegar finalmente al punto en que reconozcamos que todas las relaciones humanas tienen el mismo estatus, sea para calificarlas como dañinas, irrelevantes, importantes o valiosas; lo que no puede seguir pasando es que a partir de un duelo tan potente como el termino de una relación que se sostuvo durante siete años, algunos calificados como los "normales" tengan todos los dispositivos de contensión y otros como nosotros quedemos al margen de un apoyo emocional, cuando también lo necesitamos porque estamos tristes y vunerables.